4/5/07

AMÉRICA LATINA Y ESTADOS UNIDOS EN EL SIGLO XXI: NUEVAS REALIDADES

Fragmento del ensayo "Estados Unidos y América Latina a inicios del siglo XXI", de Abraham F. Lowenthal, publicado en Foreign Affairs en español, enero-marzo 2007.

Abraham F. Lowenthal es profesor de la cátedra Robert Erburu de Globalización, Ética y Desarrollo, y de Relaciones Internacionales en la University of Southern California; además es presidente emérito del Pacific Council on International Policy. Fue el director fundador de Inter-American Dialogue y del Programa para América Latina en el Woodrow Wilson International Center for Scholars.

En comparación con la mayor parte del siglo pasado, los puntos focales de las relaciones estadounidenses con los países de América Latina y el Caribe en la actualidad tienen mucho menos que ver con la geopolítica y la seguridad nacional, y también mucho menos con la ideología, al menos en el sentido político público. La competencia bipolar que entabló Estados Unidos en las décadas de 1960, 1970 y 1980 proporcionó una amplia base regional para la política, pero las agendas de hoy son mucho más específicas y locales. Las preocupaciones estadounidenses contemporáneas por América Latina tienen mucho más que ver con asuntos prácticos de comercio, finanzas, energía y otros recursos, y con manejar problemas compartidos que no pueden resolver los países individuales por sí solos: combate al terrorismo, contrarrestar el tráfico de estupefacientes y de armas, proteger la salud pública y el medio ambiente, garantizar la estabilidad energética y manejar la migración. Estas cuestiones suelen plantearse y encararse en contextos bilaterales específicos.
Hoy más que nunca, las relaciones Estados Unidos-América Latina son sencillamente la suma de muchas relaciones bilaterales diferentes. Esto no se debe principalmente a que las recientes administraciones estadounidenses hayan carecido de visión o imaginación, aunque a la mayoría les sucedió, sino a que las bases sustantivas para políticas estadounidenses, generales y significativas, hacia América Latina y el Caribe están notablemente ausentes.
Así, el patrón de las relaciones interamericanas hoy es muy diferente del de las décadas de 1960, 1970, 1980 y hasta del de principios de los noventa. Esto queda un tanto oculto cuando las autoridades estadounidenses parecen sustituir "comunismo" con "terrorismo" como un prisma de distorsión a través del cual lidiar con otros temas, como los estupefacientes o la migración; cuando altos funcionarios estadounidenses tratan de intimidar a dirigentes políticos de un país como Nicaragua; o cuando miembros del Congreso o los medios de comunicación de Estados Unidos hablan enigmáticamente de un eje "Castro-Chávez-Lula", o de un eje "Castro-Chávez-Morales", de un "giro a la izquierda" en América Latina, o hasta de una supuesta "amenaza china" al continente americano.
Pero éstas son semejanzas superficiales. A Estados Unidos ya no le importa mantener fuera del poder a la izquierda latinoamericana ni está dispuesto a intervenir activamente, aun militarmente, para evitar que llegue o se mantenga en el poder. En la década de 1960, habría sido difícil imaginar a Washington adaptarse a dirigentes políticos latinoamericanos como Lula en Brasil, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile, Tabaré Vázquez en Uruguay o Leonel Fernández en República Dominicana, todos ellos descendientes lineales, después de todo, de los partidos, movimientos y dirigentes contra los cuales Estados Unidos estaba alineado en aquella década. Y si Estados Unidos no se adapta a Hugo Chávez en Venezuela, lo que es quizá más sorprendente son los límites claros a una intervención estadounidense en su contra. Nadie espera hoy que los Infantes de Marina aterricen en Caracas o que la CIA asesine a Chávez, si bien los esfuerzos estadounidenses para obstaculizar su influencia regional y global están sin duda al alza.
Segundo, en contraste con la década de 1960, Estados Unidos ya no cuenta con la solidaridad panamericana encabezada por él a la hora de lidiar con la mayoría de los temas internacionales. Los papeles de Chile y México en los debates en la ONU antes de la invasión estadounidense de Irak, la elección de José Miguel Insulza como secretario general de la OEA contra la oposición inicial de Estados Unidos, el amplio respaldo en América del Sur al propósito de Venezuela de ocupar el asiento regional en el Consejo de Seguridad de la ONU, y otras diferencias respecto a cómo tratar con Venezuela y Cuba, todos juntos, ilustran este punto, pero tales ejemplos de ningún modo son únicos. En varios temas importantes, como subsidios agrícolas, propiedad intelectual y cuestiones comerciales desde el algodón, las flores cortadas, la miel y el jugo de naranja hasta los aviones de tipo commuter, aceros especiales, textiles y calzado, Estados Unidos trata con los principales países de América Latina, en especial Brasil, en ocasiones como rivales, en ocasiones como socios potenciales, pero no como aliados automáticos o clientes leales.
Tercero, Estados Unidos ya no puede acercarse a los países de la Cuenca del Caribe con su postura histórica de compromiso intermitente, no haciendo caso de ellos la mayor parte del tiempo pero interviniendo enérgicamente cuando piensa que sus intereses de seguridad están amenazados. Hoy Estados Unidos necesariamente se compromete con sus vecinos de la Cuenca del Caribe un año sí y un año no en una variedad de temas que derivan de la creciente interdependencia que la migración masiva ha causado y fortalecido. Existe una necesidad urgente de invertir mucho más pensamiento creativo en el análisis de lo que significa e implica esta integración funcional de México, América Central y el Caribe con Estados Unidos, y de qué cambios se requerirán en las actitudes, políticas e instituciones a fin de manejar con eficacia la resultante agenda interméstica. En los años venideros será vital otorgar un rango de competencia regional, a saber la Cuenca del Caribe y quizá para todo el subcontinente norteamericano, a muchos temas de seguridad, económicos, demográficos, ambientales, de salud pública y de otro tipo.
Y mientras Estados Unidos debe concentrar nueva atención a la elaboración de conceptos, políticas e instituciones adecuadas para manejar esta muy especial interdependencia con México, América Central y el Caribe, se requieren esfuerzos comparables en América del Sur. El reciente patrón de incremento en las fricciones sudamericanas: entre Argentina y Uruguay, Argentina y Chile, Uruguay y el Mercosur, Bolivia y Brasil, y Perú y Venezuela; las crisis evidentes en el Mercosur, la Comunidad Andina y la Comunidad de Naciones Sudamericanas; las inciertas y a veces contradictorias reacciones ante Hugo Chávez y su visión bolivariana, todo ello indica que las naciones sudamericanas necesitan hoy reconsiderar cómo se relacionan entre sí y con el resto del mundo, contando en ello a Estados Unidos.
Este replanteamiento debe hacerse en un tiempo en que los llamados populistas y nacionalistas están al alza en varias naciones latinoamericanas; en que algunos países latinoamericanos están sacando ventajas claras de la globalización mientras que otras la están padeciendo; en que China e India son cada vez más relevantes, de modos distintos, para cada conjunto de países; y en que Estados Unidos es algo menos importante de lo que solía ser, pese a que sigue siendo la nación individual más poderosa del mundo.
Las propuestas y los proyectos para las relaciones interamericanas deben provenir sobre todo de América del Sur, pues es muy improbable que hoy Washington proyecte una visión o ejerza la conducción hemisférica en un mundo de espectros y compromisos múltiples, intensos y distantes y de relaciones cada vez más entrelazadas entre vecinos. Brasil, Chile y Argentina podrían trabajar juntos como líderes en tal esfuerzo, construyendo sobre los verdaderos avances en la integración funcional entre estos países que ha estado ocurriendo en los niveles de los negocios, los mercados de trabajo, las redes profesionales y la infraestructura física, si no es que en las instituciones formales. Estos países ya han experimentado con la cooperación internacional en Haití, con algún éxito. Ya ha llegado la hora de que Argentina, Brasil y Chile consideren crear estrategias de cooperación más amplias, en temas que van de la integración regional de Cuba al proyecto bolivariano de Venezuela, del comercio agrícola a la cooperación energética hemisférica y de la reforma de la ONU a acuerdos y regímenes financieros y comerciales internacionales para proteger la propiedad intelectual.
Estados Unidos será un interlocutor importante para los países de América Latina y el Caribe mientras siga siendo la mayor economía del mundo, la más poderosa potencia militar, el participante individual más influyente en las múltiples instituciones internacionales, el nuevo hogar de tantos de sus emigrantes y la fuente de abundante "poder blando". Los países de América Latina y el Caribe seguirán siendo de interés para Estados Unidos mientras sigan siendo mercados relevantes, arenas importantes para la inversión, fuentes de materias primas y de inmigrantes, terrenos de prueba para formas democráticas de gobierno y de economías de mercado, y participantes activos en la comunidad internacional.
En los próximos años las relaciones interamericanas continuarán siendo definidas por los desafíos y las oportunidades globales, por las presiones y las demandas internas tanto en Estados Unidos como en América Latina, y por los acontecimientos regionales y subregionales, y mucho más por los grandes designios en todo el hemisferio. Es probable que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe sigan siendo complejas, principalmente bilaterales, de múltiples facetas y a menudo contradictorias, y que no pueden ser expresadas en amplios fraseos o paradigmas simples. Tampoco es probable que prevalezcan ni una amplia asociación estadounidense-latinoamericana ni una hostilidad general entre Estados Unidos y América Latina.
El trabajo completo pueden leerlo aquí: http://www.foreignaffairs-esp.org/20070101faenespessay070117/abraham-f-lowenthal/estados-unidos-y-america-latina-a-inicios-del-siglo-xxi.html

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