21/9/08

Requiem para Solás

Por: Raysa White


Hay tristeza en el cine cubano, se ha ido uno de sus maestros. El escaló los cimientos más altos de un creador: convertir sus ideas en obras.

Fue el director de acontecimientos cinematográficos como Manuela (1966), su ópera prima; Cecilia, donde expresó su genialidad escenográfica y audaz sentido de la ambientación; Un hombre de éxito (1986), primer filme cubano nominado al Premio Oscar a la Mejor película en Lengua Extranjera y El siglo de las luces (1991), basada en un texto del escritor cubano Alejo Carpentier.

Cuando ellos construían esos enormes edificios del hoy tan respetado cine cubano, nosotros no éramos nadie. Tratábamos de ensamblar pedacitos de sueños con el instrumental de la imaginación, pero sin la pericia ni la preparación oficiosa del experto. Para los jóvenes que proveníamos de otros medios, la escuela era casi vouyerista: aprender con la mirada. Fijarnos en la composición de cada escena; qué se sentía al observar la iluminación de ese plano; examinar cómo fueron colocados los elementos escenográficos o la integración de la banda sonora en tal momento. Ellos eran nuestra escuela. Nos enseñaron a hacer cine a lo grande, porque en Cuba, aunque es pequeñita, todo lo queremos redimensionar.

Pienso que cada pueblo se parece a su Virgen. Nuestra santísima Oshún, -la energía yorubá de la Vírgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba- dotó a los cubanos de su carácter amoroso, dulce, compasivo, pero también vanidoso, creo que es por eso que los cubanos cuando hacemos algo, necesitamos hacerlo gigantográficamente, aunque no tengamos un peso. Y así como hicimos la Revolución, que es -desde luego- la más grande de América, hicimos el cine al orgullo cubano.

En los aciagos noventa, esa época en que pensamos que el mundo se nos venía encima, se aparejó a la caída económica, una elevación de la creatividad. Un ímpetu inventivo de encontrar salidas, de salvar, al menos, EL PROYECTO.

Y es cuando Solás propone crear un espacio para hacer cine con pocos recursos. A este espacio le llamó cine pobre, y gestionó el ya conocido Festival de Cine Pobre, cuya sede resultó ser Gibara, el pueblito donde se filmó Lucía, la película que lo catapultó. El término “cine pobre” nunca me agradó, me causaba cierto extrañamiento, porque el cine no se hace como la pintura. Los artistas plásticos inventaron en los sesenta el arte povera, la obra se armaba con materiales baratos o poco costosos y de cierto modo funcionó porque sólo se necesitaba añadir el talento y las manos del artista; pero el cine no comulga con la pobreza. Los recursos tecnológicos que se necesitan para levantar una imagen cinematográfica son costosos. El cine es un género que está relacionado con la solvencia, el bienestar. Sin recursos es bien difícil hacer un buen cine.

Alguna vez supuse que el proyecto de cine pobre fue una posición de dignidad del realizador cubano ante la inmovilidad de nuestro país, el cruel bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba y la pobreza mental y conductual de algunos funcionarios y especialistas del ICAIC. Fue, quizás, también la forma en que su temperamento romántico se expresó para favorecer un espacio a los nuevos realizadores, y hacer un cine que, sin ser contestatario, sirviera como universo crítico, cuestionador que es lo que depura y perfecciona los procesos.

Hoy pienso que fue el desafío de no entregarse, de sobrevivir y perpetuarse creando hasta el último momento, haciendo cine con su propia carne, con su libido, con la devoción y autofagia de sus células mentales, como una inmolación. De modo que es mejor celebrar su fuga, su violenta salida hacia lo eterno, y esperar atentos la señal de la claqueta, tomados de la mano, dejando a un lado nuestra rabia, el mórbido dolor del desespero. Con ese modo de golpear los molinos regresará convertido en un rayo, en el arco cenital de la lámpara que ilumine su próxima película: la de una Cuba nueva.

16/9/08

EL QUEMASUEGRA


Nótese que el apellido del sujeto es Butten, cuya raíz lingüística proviene de la palabra´butano´ .

Corte anula condena a acusado de quemar a su suegra

SANTO DOMINGO. La Sala de la Cámara Penal de la Corte de Apelación de la provincia de Santo Domingo revocó una condena de 30 años y declaró la absolución de un hombre acusado de quemar la vivienda de su suegra, donde ésta resultó calcinada, el 3 de febrero del 2006 en el sector Villa Liberación. El tribunal consideró que no existen pruebas suficientes que comprometan la responsabilidad penal en contra de Juan Butten. En tal sentido, declaró con lugar un recurso de apelación incoado por el defensor público Leandro Tavera, en contra de la sentencia que imponía la pena máxima al imputado, emitida por el Segundo Tribunal Colegiado del Juzgado de Primera Instancia de esa jurisdicción. Butten había sido condenado por el crimen de asesinato, acto de barbarie e incendio intencional en casa habitada, en perjuicio de Antonia Emiliano, occisa, y Dolores Emiliano. La Corte consideró que de los medios de impugnación planteados, así como del examen de la sentencia atacada, ha podido apreciar que el proceso se caracterizó por la aportación de prueba circunstancial. Asimismo, que si bien es cierto que esta prueba puede tener valor probatorio capaz de establecer culpabilidad, no menos cierto es que debe reunir ciertos requisitos para que pueda operar con ese alcance. Argumenta que el tribunal de primer grado estableció que los indicios existentes en contra del imputado fueron probados en virtud del testimonio vertido por los testigos, de manera especial de Víctor Manuel Filpo. "Es de criterio de esta Corte que sí constituyeron indicios probados que en el incendio intervinieron manos criminales, según el informe rendido por el cuerpo de bomberos y que el imputado presenta quemaduras en algunas zonas de su cuerpo".