17/6/08

La revista Foreign Affairs (abril-junio 2008), incluye este artículo titulado La agenda latinoamericana del próximo presidente de Estados Unidos, de Peter Hakim, presidente del Inter-American Dialogue, donde el autor esboza los lineamientos que dicho centro académico recomienda a los ejecutores de política hemisférica de su país. Les dejo mi versión abreviada. Completa, aquí: http://www.foreignaffairs-esp.org

América Latina no será una prioridad de política exterior para el próximo presidente de Estados Unidos. No será un frente central en la guerra contra el terrorismo. Más allá del añejo conflicto en Colombia, Latinoamérica es una región en paz, en su mayor parte libre de combates armados dentro o entre sus países. Tampoco se espera que América Latina ofrezca las grandes oportunidades económicas de países con rápido crecimiento, como China e India. El tráfico de drogas y la migración indocumentada son temas importantes, pero son problemas viejos y contenciosos que, en gran medida, han alejado a Estados Unidos de la región. El reto para el nuevo gobierno será encontrar la manera de conducir una política constructiva y de cooperación hacia Latinoamérica, aunque la región siga siendo una prioridad relativamente menor, y la influencia de Estados Unidos en la región sea débil.
PRIMERO LO PRIMERO
¿Qué políticas servirían mejor a los intereses de Estados Unidos en América Latina? ¿Qué tendrá que hacer el próximo presidente de Estados Unidos para restaurar la influencia y la posición de su país en América Latina, y restablecer la cooperación con los gobiernos de la región?
La primera tarea de Washington será demostrar un renovado respeto por las reglas e instituciones internacionales. Ése debe ser el punto de partida para reparar las relaciones de Estados Unidos con América Latina. Estados Unidos no puede aparecer como arrogante u opresivo en asuntos regionales o globales. No puede adjudicarse el derecho de invadir otros países anticipadamente o de tomar decisiones unilaterales en contra del consenso de otros países. Estados Unidos debe seguir las reglas que quiere que los demás sigan. No puede ser una voz autorizada en temas de derechos humanos cuando condona la tortura y les niega a los prisioneros un juicio justo. No puede ser un defensor fidedigno de la democracia cuando interfiere en las elecciones de otros Estados. Las políticas de Washington, viendo por los intereses estadounidenses, deben estar más relacionadas con las propias necesidades latinoamericanas -- conseguir un crecimiento más rápido y estable, reducir de forma sostenida la pobreza y la desigualdad, moderar las tensiones sociales y políticas, y avanzar en contra de una ola de crimen y violencia que aparenta no tener fin --.
COOPERACIÓN ECONÓMICA FORTALECIDA
Lo que más quieren y necesitan los países latinoamericanos de Washington es mayor acceso a los mercados, a capitales de inversión y a nuevas tecnologías. Por eso, la mayoría ha buscado obtener preferencias comerciales o acuerdos de libre comercio con Estados Unidos -- y la razón por la cual el principal tema en la agenda latinoamericana del próximo presidente deberá ser el desarrollo de una nueva estrategia de integración económica regional --. El Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) -- que incluye a 34 países y estaba proyectada para 2005 -- ha quedado ampliamente desacreditada. Hasta este momento, no hay una alternativa, un marco de trabajo o un objetivo claro para impulsar la cooperación económica en el hemisferio.
RELACIONES CON BRASIL
Washington tendrá que colaborar sistemáticamente con Brasil en la búsqueda de mayor cooperación económica en el hemisferio, principalmente, porque lo que paralizó las negociaciones del ALCA fue la incapacidad de Brasil y de Estados Unidos para llegar a un acuerdo. Ninguna propuesta económica o de comercio hemisférico puede prosperar sin el apoyo de ambos países.
Brasil es también un socio crucial para Estados Unidos en otros temas. Sin duda, las relaciones interamericanas actuales giran en torno a Brasil y a Estados Unidos. Cuando estos dos países encuentran bases comunes para la cooperación, prácticamente todos los demás se unen. Cuando no lo consiguen, el hemisferio generalmente permanece dividido. Las buenas relaciones con Brasil son vitales para mantener la credibilidad de Washington en la región y para permitir que los dos países vean por sus intereses. Además, tienen un efecto secundario muy bienvenido, pues ayudan a reducir la influencia de Hugo Chávez.
MÉXICO Y LA MIGRACIÓN
Ningún país en el mundo tiene relaciones tan variadas y vastas con Estados Unidos como México. Los elementos rutinarios y del día con día de la relación requieren la atención permanente tanto de Washington como de la Ciudad de México. Sin embargo, a México, al igual que a Brasil, debe consultársele regularmente sobre asuntos regionales y mundiales, ya que también es un país importante en el escenario internacional, con amplios intereses globales. En el largo plazo, el principal reto será encontrar la forma de manejar la irrevocable y continua integración económica y demográfica entre Estados Unidos y México, a la cual se resisten muchos en ambos países.
A pesar de que muchos temas -- energía, comercio, seguridad, narcotráfico y violencia -- están presentes en la relación México-Estados Unidos, la migración es el tema central. Este asunto, más que cualquier otro, determinará la calidad de las relaciones bilaterales por muchos años. La forma en que Washington trate el tema migratorio también es crítica para muchos otros países latinoamericanos -- y tiene un gran impacto en las relaciones de Estados Unidos con el resto de la región --.
EL RETO MÁS IMPORTANTE
La agenda social -- reducir la pobreza, disminuir la desigualdad en la distribución del ingreso, terminar con la discriminación racial y étnica y mejorar los servicios públicos -- es el principal reto para Latinoamérica. Dicha agenda proporciona al nuevo gobierno estadounidense su mejor oportunidad para demostrar que Estados Unidos da una renovada importancia a la región y para generar un grado de aprobación considerable. Se necesitarán compromisos financieros adicionales, pero lo más importante que debe hacer Washington es reconfigurar sus programas y sus políticas actuales para que éstos se relacionen de manera más directa con las necesidades sociales latinoamericanas.
Los acuerdos de libre comercio impulsados por Estados Unidos, por ejemplo, están fomentando las exportaciones y la inversión, generando un crecimiento más acelerado y creando empleos -- esenciales para eliminar la pobreza y la desigualdad -- . Pero se necesitan políticas complementarias para asegurarse de que los beneficios del comercio alcancen a los grupos excluidos y compensen a los que pierden con él. Estados Unidos debe estar preocupado por la distribución de los beneficios, producto de los acuerdos de libre comercio que negocia. De manera similar, al transferir los fondos antidroga de la erradicación de los cultivos al desarrollo y a la creación de empleos en las regiones donde se cultiva la coca, Washington podría, al mismo tiempo, convertir a la guerra contra las drogas en una guerra contra la pobreza. Washington puede demostrar su preocupación por mejorar los estándares de vida de los pobres en América Latina, al asegurarse de que todos sus programas y políticas hacia la región tengan fuertes dimensiones sociales.
OTRAS INICIATIVAS DESEABLES
Hay otros cambios que pueden ayudar a alinear las políticas de Estados Unidos con los intereses y objetivos de América Latina y que, al mismo tiempo, permitan avanzar en la agenda estadounidense:
El próximo presidente de Estados Unidos asumirá el cargo medio siglo después de la llegada al poder de Fidel Castro en Cuba. Prácticamente todos los países latinoamericanos recibirían de buena manera una decisión de Washington de desmantelar la red de restricciones que ahora impone a la isla y de unirse con otros gobiernos del continente para trabajar por la reintegración exitosa de Cuba a los asuntos hemisféricos.
Cualquier problema que Hugo Chávez represente para Estados Unidos será menor si Washington participa directamente con la región y si sus políticas están alineadas con los intereses latinoamericanos. Pero Estados Unidos también debe instrumentar una política consistente hacia Chávez, dirigida a minimizar su capacidad de perturbar los asuntos hemisféricos y a apoyar la democracia en Venezuela (solamente por medios constitucionales). No debe esperar que los otros gobiernos latinoamericanos se unan a las iniciativas anti-Chávez.
Washington debe hacer todo lo posible por mantenerse involucrado con países como Bolivia y Ecuador, que se han aliado con Venezuela. Los esfuerzos por aislar o castigar a estos países serán contraproducentes: los llevarán más cerca de Chávez y los alejarán de los otros países latinoamericanos.
Washington debería ser capaz de ir más allá en otros temas -- como asistir a América Latina para el manejo de su agenda social y para hacer frente a la ola de violencia, o cambiar el énfasis de sus estrategias antidroga --. La política hacia Cuba debe revisarse.
Si no se pueden llevar a cabo cambios en las políticas, Washington tendrá que reducir sus expectativas en Latinoamérica y conformarse con una agenda más limitada y menos ambiciosa para el hemisferio. La influencia estadounidense sobre los acontecimientos políticos y económicos en la región seguirá erosionándose -- junto con la voluntad de los gobiernos latinoamericanos para aceptar el liderazgo de Washington o apoyar sus políticas --. La propia agenda latinoamericana diferirá más y más de la de Washington y se desvanecerán las oportunidades para construir un hemisferio integrado económicamente o para fomentar la cooperación política.

1 comentario:

cubanerías dijo...

gentleman, cómo estás?

Te dejo saludos.