Una señora regresaba a Miami en un vuelo de Iberia, y en el asiento de al lado viajaba un cura. Antes del aterrizaje, ella le dice:
-Padre, ¿puedo pedirle un favor?
-Sí, hija mía, ¿qué quieres?
-Mire, compré en Madrid un vibrador eléctrico súper sofisticado, muy caro y tengo miedo de que supere mi límite en la aduana. ¿Podría usted esconderlo debajo de su sotana?
-Sí puedo, hija mía, solamente debo advertirte que no sé mentir.
-Está bien padre, gracias por su ayuda. Y le entrega el vibrador.
Al llegar al destino, en el aeropuerto el inspector de aduana le pregunta al sacerdote:
-¿Algo a declarar, padre?
A lo que el cura responde:
-De la cabeza a la cintura, nada a declarar hijo mío.
Medio extrañado, el inspector pregunta:
-¿Y de la cintura para abajo, qué tiene?
- Allí, abajo, tengo un instrumento para mujeres que nunca he usado.
El inspector, muerto de risa, dice:
- Adelante, ¡el próximo de la fila...!
10/3/07
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