25/12/07

Cuba desde la politología alemana

El politólogo Dr. Bert Hoffmann es investigador, experto en Cuba y el Caribe en el Instituto de Estudios Latinoamericanos (ILAS) de Hamburgo, que es parte del German Institute of Global and Area Studies (GIGA / Leibniz-Institut für Globale und Regionale Studien). Su interpretación de la situación actual de Cuba es esta, según publica Deutsche Welle:

Fidel Castro prepara a los cubanos para una nueva era: en un mensaje leído en televisión insinuó la posibilidad de su retiro de la política. DW-WORLD habló con el politólogo Bert Hoffmann sobre la era pos Castro.

Hace dos semanas, Fidel Castro figuraba aún como candidato para el Parlamento de Cuba, ahora insinúa su retirada de la política activa. ¿Cómo puede interpretarse su decisión?

El mensaje de Fidel Castro marca un punto de inflexión: prepara a la población, así hay que suponerlo, para el hecho de que el nuevo Parlamento no lo elija formalmente a él, sino a su hermano Raúl para la jefatura del Estado y del Gobierno. En otras palabras: para el fin de la era Fidel.

¿Puede Raúl transformarse en un segundo Fidel?

Raúl Castro no aspira a sustituir uno a uno la figura emblemática de su hermano, sino que actúa como primus inter pares en un grupo de dirección y como primer administrador del Estado, el Partido y las Fuerzas Armadas. El sistema se halla en un proceso de cambio de un modelo de socialismo hecho a la medida de la persona de Fidel Castro hacia un “socialismo burocrático”, basado principalmente en instituciones. Si bien Raúl se ve como sucesor de Fidel, simultáneamente distribuye una serie de funciones específicas a una segunda línea de cuadros de alto nivel. Por ello aparece como la primera cabeza en un grupo de dirección y, a diferencia de Fidel, no como un Comandante en Jefe de la Revolución Cubana que impera sobre todas las instituciones.

¿Cuál será el papel de Raúl Castro en el futuro? ¿Se pueden vaticinar cambios en la isla?
Desde que enfermó severamente el Comandante en Jefe, la dirección de Cuba quedó en manos de dos personas: Raúl dirige los asuntos de gobierno, pero la sombra de Fidel siempre está presente. Ninguna medida de las tomadas hasta ahora ha sobrepasado el marco de lo que el Comandante entiende como su legado. No obstante, sí ha cambiado el tono: Raúl impulsa menos las campañas ideológicas y tematiza más la eficiencia de las empresas y la insuficiencia de los salarios de los trabajadores. Con ello, el menor de los hermanos parece estar más cerca de los sentimientos de la población que Fidel Castro. Para Raúl, la Revolución debe probar su valía no sólo en los discursos desde las tribunas, sino en la mesa de los cubanos.

¿Estamos en el comienzo de un cambio de régimen político y económico?

No es de esperar actualmente que la cuestión de la sucesión de Fidel se transforme en una cuestión de cambio de régimen. En las disputas políticas detrás de bastidores no se trata tanto de “reformistas contra conservadores” sino más bien de un desplazamiento relativo de las estructuras paralelas subordinadas directamente a Fidel por parte de los “institucionalistas” en el Partido, las Fuerzas Armadas y el aparato estatal.

¿Qué papel tiene en ello el Partido Comunista?

Una serie de cambios indican que el Partido Comunista está siendo revalorizado y que en el futuro desempeñará un papel institucional más fuerte que el actual. Ese realce del Partido no es un sobreentendido, sino un importante indicador de las constelaciones políticas que se avecinan, pues el papel del Partido en el socialismo cubano históricamente nunca estuvo tan claro como en los países de Europa Oriental, por ejemplo.

¿Es de esperar también una mucho más abierta militarización de la política en Cuba?

En realidad, Raúl hace lo posible por dar la imagen de todo lo contrario. Si bien Raúl es el segundo general en rango después de Fidel y ejerce como ministro la jefatura de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, desde que asumió la dirección del Gobierno se presenta como el primer cuadro político del Partido y no como el primer jefe militar de Cuba. Es de recordar asimismo que en su discurso con ocasión del desfile militar del 2 de diciembre de 2006, en el 50 aniversario del desembarco de Fidel en 1956, Raúl dejó explícitamente en claro que las Fuerzas Armadas están subordinadas al Partido, recurriendo incluso a una cita de su hermano de hace nada menos que 31 años. Por otra parte, el Partido y las Fuerzas Armadas, los dos pilares del poder en la Cuba pos Fidel Castro, están estrechamente entrelazados. Todos los más importantes militares son por supuesto también cuadros políticos del Partido Comunista.

¿O sea que no se puede partir de una oposición Partido-Fuerzas Armadas, como a veces se ve desde los EE. UU.?

No hay muchos indicios para sostener la contraposición realizada en algunos escenarios de “los malos cuadros comunistas” vs. los “buenos militares patrióticos”. En virtud de la estrecha interrelación entre Partido y Fuerzas Armadas, las señales enviadas desde EE. UU. de que en el caso de una transición los “patrióticos militares cubanos” nada tendrían que temer no tienen grandes efectos. Además, los militares cubanos no se lo creen. La inflexible posición de los EE. UU. y las exigencias del exilio tradicional tienen por ello un efecto todo lo contrario al que éstos aspiran: esa política es uno de los obstáculos centrales para un cambio de régimen en Cuba.

¿Es posible un “modelo chino” en Cuba, es decir un estricto control político, pero simultáneamente una liberalización de la economía?

Que la Cuba socialista haya sobrevivido al colapso de la Unión Soviética fue para Fidel Castro una prueba del éxito de su firmeza. Pero las ansias entre la población de que mejoren las condiciones de vida son insoslayables. No obstante, a corto plazo el Gobierno resaltará la continuidad. Además, con Venezuela surgió en los últimos años un importante aliado no sólo político, sino también económico. Por otro lado, el Gobierno de Raúl Castro sabe que no basta con repartir los petrodólares de Chávez. Es consciente de que son necesarias transformaciones en las estructuras y los mecanismos de la economía cubana. Pero las reformas se harán esperar. Por un lado, la élite dirigente en La Habana sabe que el siguiente Gobierno será medido mucho más que Fidel Castro por sus resultados concretos. Por otro, teme que reformas limitadas en un comienzo desarrollen una dinámica propia que se les pueda escapar de las manos. Por ello, un eventual camino de reformas desde arriba muy probablemente va a ser bastante más cauteloso y limitado que el tan citado “modelo chino”.

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