19/12/07

Tecnologías y conservadurismo

¿Qué hacer con los discos, las cassettes y los videos antiguos?
Por: Javier Parra (EFE)

Desde que Edison inventó el fonógrafo en 1877 y los hermanos Lumiere el cinematógrafo en 1894, el ser humano no ha cesado de almacenar sonidos e imágenes. A los primitivos cilindros de Edison, a los que siguieron los discos planos del gramófono de Berliner, y a las primeras imágenes mudas en movimiento de los Lumiere, les sucedieron una serie de avances en cadena que han permitido conservar a día de hoy un variado y rico patrimonio fonográfico y cinematográfico en todo el planeta.

El tenor Enrico Caruso, que percibió en 1905 la astronómica cifra de cien libras por la grabación de una veintena de arias de ópera, y los propios hermanos Lumiere, que empezaron a cobrar los tickets en la primera sesión cinematográfica en un café de Paris el 28 de diciembre de 1895, fueron los pioneros de los negocios del sonido y de la imagen, cuyos sistemas de reproducción y almacenamiento han tenido una evolución lógica pero también han sufrido una serie de alteraciones determinantes, a partir del último cuarto del siglo pasado, y han convertido en un enigma, cada vez más decodificable, el futuro del sector.

REPRODUCCIÓN MAGNÉTICA Y LECTURA ÓPTICA
En los años 80 el disco de vinilo, de reproducción magnética y que había reemplazado al disco de pasta, comenzó a ser sustituido masivamente por el disco compacto o CD, de lectura óptica, un formato que revoluciona la música y da origen a la era digital. Mientras tanto, el cassette, un invento de reproducción de la música por sistema mecánico analógico lanzado en 1963 por la firma holandesa Philips, vive ya su ocaso, lo mismo que el telefax o los carretes fotográficos. En los últimos años, los fabricantes han dejado de producir este soporte que ya tiene fecha definitiva de defunción industrial: diciembre del 2008. ¿La razón? Medios digitales como el iPod han contribuido al fin de este invento, aparte de que el más reciente sistema aparecido en el mercado en tecnología de almacenamiento, el Blu-Ray, ofrece una capacidad equivalente a más de 3.000 cassettes.

Algo parecido ocurre con las imágenes. A las películas de celuloide con el soporte del prehistórico nitrato de plata en blanco y negro le sucedieron avances de alta resolución, como el tecnicolor o el cinemascope, hasta que llegaron a principios de los 70 las cintas de video con sus dos variantes (el Betamax y el VHS) que hicieron más asequibles las películas para el consumidor que no quería moverse de casa y pretendía evitar la fila para entrar en una sala de cine. A finales de los 90 llegaron los DVD que han reemplazado a las cintas de video y ahora se anuncia el fin a medio plazo tanto de éstos como de los cedés arrollados por la fuerza imparable de los nuevos sistemas de grabación y almacenamiento en esta época de revolución tecnológica permanente.

LOS ÉXITOS EN EL “PICK UP”
Para algunas personas de edad mediana que han ido acumulando en los estantes de su casa decenas, o quizá miles, de discos de vinilo, “cassettes” y cintas de video, esta revolución tecnológica ha supuesto una verdadera conmoción. Acostumbradas a unos sistemas que se han quedado del todo obsoletos, han comprobado no sin impotencia que resulta cada vez más difícil encontrar reproductores para esas colecciones de música y películas. La generación de los que crecieron influenciados por los héroes de Hollywood en las viejas salas de cine, o vivieron momentos de pasión y diversión en fiestas amenizadas por los éxitos del momento que escuchaban en el viejo “pick up”, o disfrutaron de una grata velada ante el televisor visionando sus películas preferidas en video, se ha resistido a aceptar este cambio de modelo aún a sabiendas de que acabaría claudicando porque la modernidad es la que manda.

Una disyuntiva parecida es la que se ofrece al consumidor cultural de nuestros días, pues tendrá que decidir entre la letra impresa en libros o periódicos “palpables” y la lectura de la actualidad y de los volúmenes en la computadora. Los viejos amantes de los libros aseguran que éstos nunca morirán y que la pantalla de la computadora e Internet serán solo unos medios auxiliares de consulta. El tiempo pondrá las cosas en su sitio, sin duda.

Mientras tanto, el mercado ofrece desde hace no mucho tiempo aparatos reconversores de los discos de vinilo y de las “cassettes” en cedés o bien para su almacenamiento en el sistema MP3. También se encuentran en las tiendas conversores cada vez más perfeccionados de cintas de videos en DVD. Asimismo, las computadoras de última generación ofrecen discos duros con sistemas de seguridad para el almacenamiento de imágenes y sonidos cuyo alcance aún está por determinar, aunque los expertos tienen claro que el disco óptico también puede acabar convirtiéndose en una reliquia.

Ante semejante panorama, los coleccionistas de los viejos soportes se mantienen aferrados a la conservación de las canciones y las películas más inolvidables porque saben que, a fin de cuentas, constituyen un bien en potencia, y aconsejan convertirlas en nuevos formatos con los aparatos que hay en el mercado, eso sí preservando los discos de vinilo, las “casettes” y las cintas de video en las mejores condiciones ambientales posibles. Los agoreros advierten de que las músicas y las voces de las grabaciones y las imágenes de los videos acabarán desintegrándose en menos de cincuenta años.

Los viejos coleccionistas reivindican no obstante sus viejos soportes como “fuentes de permanencia” pues consideran que la técnica todavía no ofrece garantías suficientes ante un posible ataque de un “hacker” al disco duro de la computadora de última generación, eliminando en segundos esas canciones o esas imágenes inolvidables que un día decidió comprimir su poseedor al objeto de ganar espacio físico en su exiguo departamento.

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