Fernando García, corresponsal de LaVanguardia.es en La Habana, publicó hace unos instantes el siguiente artículo, con el cual ese órgano de prensa inicia una serie sobre este tema de las probables transformaciones en Cuba. Como de costumbre, siempre al día con notas frescas.
El texto que sigue abre una serie de artículos con el propósito de informar con detalle de lo que se va cociendo en la realidad y la política cubanas en momentos tan cruciales para el país. El término "transición" no se refiere a una hipotética renuncia al sistema actual por parte del gobierno, hipótesis de la que aquí apenas se habla por ahora, sino al proceso de cambios sin retorno o de difícil vuelta atrás que la isla afronta y en parte ha emprendido ya. De eso sí que habla todo el país.
La situación en Cuba está pidiendo una revolución de la revolución; en esto parece haber amplio consenso en la mayor de las Antillas. El sistema presenta averías, fugas y atascos que necesitan urgente reparación. El relevo en el timón, ahora provisional, tiene que definirse pronto. Pero ¿cuál es el es rumbo de las reformas? Nadie lo sabe aún.
Los factores son tan complejos que ni siquiera los que proyectan los cambios pueden poner la mano en el fuego del futuro cubano, aunque las reformas que barajan respetan en todo caso lo esencial del sistema. Los modelos de China y Vietnam son espejos que siempre salen a relucir cuando se habla de Cuba. Pero en este país cualquier pronóstico y toda extrapolación de experiencias ajenas es pura astrología política: la realidad cubana es demasiado singular. Aquí nos conformaremos con los hechos, las informaciones que vayamos recibiendo y las impresiones que nos formemos con lo uno y lo otro.
El 26 de julio de 2006, día en que Fidel Castro cayó enfermo, un proceso de cambio irreversible se abrió en Cuba. Ahora lo sabemos. Para empezar, es improbable que el comandante en jefe retome el mando directo del país. Si por milagro volviera a enfundarse el uniforme verde oliva, solamente lo haría para tratar de orquestar su propia sucesión. Esta circunstancia representa por si sola el fin de un ciclo. Aunque la cesión de poderes a Raúl sigue rigiéndose por la proclama de sustitución "provisional" que Fidel firmó el 31 de julio de 2006, a estas alturas es ya muy claro que Raúl Castro ha consolidado su función como máximo responsable en el día a día el gobierno; que es él quien marca las directrices de la política interna y de las imprescindibles reformas económicas; el que firma acuerdos con Chávez o cualquier otro líder. Fidel sigue en la estratosfera de los graves asuntos mundiales, por mucho que el equipo de gobierno le consulte y respete sus indicaciones sobre temas domésticos. Por otra parte, los dos hermanos están ya mayores (81 y 76 años) y ambos se han comprometido a pasar pronto el relevo a una nueva generación. Atención sobre todo a Carlos Lage, vicepresidente y máximo responsable económico. Pero vamos por orden.
Raúl acaba de abrir un debate nacional en torno a su discurso del pasado 26 de julio que ha levantado ciertas expectativas. Su invitación a expresar "con sinceridad y valentía" todo tipo de problemas, y no sólo los sujetos a los "cambios estructurales y de conceptos" que él anunció el 26-J, se lleva al pie de la letra en muchos centros de trabajo, barrios, células del PC y organizaciones afines y núcleos intelectuales.
Hay tela para cortar. La pesadilla del transporte, los bajísimos salarios, los problemas de calidad de productos y servicios, el deterioro de la sanidad tras la partida en misión internacional de un tercio de los médicos cubanos, las carencias en el abastecimiento de alimentos, el problemón de la doble moneda y la carestía de cada vez más artículos básicos, la discriminación de los nacionales a la hora de alojarse en un hotel o dar de alta un móvil, la restrictiva política migratoria, el mal estado de las infraestructuras, las deficiencias en la vivienda… Material no falta en las discusiones públicas. Y los jefes del partido y del gobierno no pueden hacerse los suecos sobre sus responsabilidades. Como lo decía un ama de casa de mi barrio, "¡Mira, chico, tú ya no puedes culpar de todo al bloqueo!".
En los debates más populares, la gente "entra en candela" y son muchos los que se desfogan sin cortapisas: no hemos podido verlo porque las autoridades no nos han dejado bajo el argumento de que se trata de un proceso interno, pero vecinos y trabajadores de distintos barrios y centros laborales nos lo han contado. Con todo, no son pocos los que se muestran escépticos, sobre todo fuera de La Habana. "Aquí no es como en la capital. Muchos se callan", me comentó un joven de Candelaria, en la provincia de Pinar del Río.
Las discusiones entre los intelectuales de los "centros de estudios" o instituciones científicas apuntan a temas de fondo: ¿No habría que replantearse las formas de propiedad socialista, teniendo en cuenta que todo es aquí "estatal" cuando podría ser "social" pero privado? ¿A qué espera el Gobierno para descentralizar las decisiones y simplificar los procedimientos de gestión? ¿No es hora ya de contar más con el capital y las inversiones extranjeras¿ ¿Es justo y acertado seguir limitando el ejercicio de algunos oficios o la creación de pequeños negocios "cuentapropistas" o autónomos?
Raúl Castro ha emprendido ya algunas medidas interesantes y abierto el camino para ciertos cambios económicos y sociales. Desde un discurso pragmático y para algunos esperanzador, el hermano menor de Fidel ha suavizado las restricciones para traer a Cuba unos cuantos artículos, como ordenadores, DVD o recambios de automóvil; ha facilitado los viajes de los familiares directos de extranjeros; ha ordenado el pago de deudas a los agricultores y dispuesto cambios para mejorar la distribución de alimentos. La ministra de Inversiones Extranjeras, Marta Lomas, ha confirmado la disposición del ejecutivo a reabrir las puertas a proyectos y capital extranjeros. Distintas fuentes aseguran que el Gobierno prepara una reestructuración total en la política agraria y ganadera que se espera para después de las elecciones a la Asamblea Nacional, el parlamento cubano, allá por febrero o marzo del año que viene.
El proceso electoral ya se abrió con las municipales del 21 de octubre, pero serán los parlamentarios electos en 2008 los que determinen la composición del consejo de Estado y el consejo de ministros, hasta ahora presididos por Fidel Castro. Así, las próximas elecciones abren la vía a una amplia remodelación en el gobierno. Habrá que ver qué papel y cargo se reserva para Fidel y Raúl; a qué puesto preeminente asciende ese hombre fuerte del ejecutivo que es Carlos Lage; en qué lugar queda el ministro de Exteriores, Felipe Pérez Roque, al que suele situarse en la línea más estrictamente fidelista y cuyo papel en el gobierno y el partido es también muy relevante. Pérez Roque está mostrándose como un canciller duro de roer, en la más pura tradición de la rocosa diplomacia de la Cuba revolucionaria.
Algunos factores externos tendrán enorme importancia en la transición cubana, empezando, claro, por la actitud de Washington. Las presidenciales de EE.UU. serán decisivas. Los cambios políticos hacia Cuba son en principio más probables si gana un o una demócrata… Aunque parece difícil que no haya alguna mínima variación venga quien venga a sustituir a Bush, cuyo trato a Cuba merece fuerte críticas desde todos los bandos incluido el suyo. Cualquier medida de alivio del embargo, de las restricciones en los viajes o de los límites al envío de remesas familiares puede ser más importante que ninguna voluntariosa decisión política en La Habana. Es cuestión de números: en turismo, en comercio o en transacciones financieras. El levantamiento de cualquiera de esas compuertas hará salir a chorro millones de dólares en dirección a la isla.
Y están el exilio, la oposición y los emigrados. Entre 1,5 y dos millones de cubanos viven fuera. De ellos, alrededor de 1,3 millones residen en Estados Unidos. La colonia de Miami es cada día más heterogénea social, económica e ideológicamente. Sólo una exigua minoría defiende el embargo contra la isla en su integridad, según recientes encuestas, aunque se trata de una minoría influyente y adinerada. Pero las generaciones van pasando y lógicamente las posturas revanchistas van quedando atrás. Ahora se habla menos de recuperar tierras o casas y más de reconciliación.
La disidencia de uno y otro lado sigue muy atomizada pese a determinados ensayos de reagrupación y unidad. Habrá que prestar atención a unos cuantos grupos y dirigentes de la oposición. Pero también conviene leer y escuchar a algunos de los periodistas, escritores y analistas que, cada vez en mayor cantidad, ofrecen información y crítica a través de la blogosfera de Internet. Un mundo en el que todo cabe y hay de todo. Entre unos y otros inconformes destacan por su valía y escasez los que tratan de superar sectarismos y prejuicios: los dos grandes pecados que contaminan discursos y opiniones sobre Cuba. El procastrismo y el anticastrismo a muerte empiezan a quedar desfasados.
24/10/07
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