27/4/07

La Habana como destino femenino y el campo sin fuerza laboral. ¿Por qué?

Mi respuesta: necesidad de mejoramiento de la calidad de vida y de las perspectivas de desarrollo personal. Aunque las migraciones son un fenómeno mundial, en nuestro país se explica por la búsqueda de la moneda convertible. Situarse donde se pegue el CUC. Este es un punto crítico que demanda una solución inmediata.


Por Dixie Edith, de cimacnoticias.com

La Habana, Cuba, 26 abril 07 (CIMAC/SEMlac).- Aunque no son mayoría entre quienes se trasladan dentro del país, las cubanas sí están en el centro de ese fenómeno que los demógrafos llaman migraciones internas.
Esta migración que no sobrepasa los límites nacionales se realiza casi en un 68.1 por ciento por razones familiares, no económicas, como ocurre en el resto de Latinoamérica, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Migraciones Internas (ENMI), de 1995.
Esto quiere decir que cambian de ubicación por causas relacionadas con el matrimonio y el divorcio, acercamiento a los seres queridos, problemas entre parientes y otros similares, según los datos del Instituto de Planificación Física (IPF), el Centro de Estudios Demográficos (Cedem) y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Ofelia Domínguez nunca se ha cambiado de hogar. Desde que nació, hace 54 años, sólo ha dejado en dos ocasiones su natal Florida, en la oriental provincia de Camagüey, para ir de visita a casa de su hija en la capital. Sin embargo, conoce de migraciones.
“Tuve cinco hijos, dos hembras y tres varones. La mayor es bióloga y trabaja en un centro científico en La Habana. Los varones mayores andan por Villa Clara y Matanzas (provincias del centro), trabajando en comunicaciones y en el turismo. La que les sigue se fue detrás del esposo para Santiago de Cuba y sólo me queda David, el más chiquito”.
Domínguez, sin embargo, no es optimista: “David ya cumplió 17 años. Estará conmigo hasta que se enamore o se le ocurra ir a probar suerte con un trabajo lejos”, explica.
Para esta ama de casa, la mayor consecuencia de la separación de su familia es que apenas ve a sus dos nietos mayores y a la más pequeña, de cuatro meses de nacida, aún no la conoce.
Según el criterio de psicólogos, el distanciamiento afectivo suele acarrear sentimientos depresivos o de ansiedad para ambas partes. En ciertos niños y adolescentes, la ausencia del ser querido puede afectar, incluso, la estabilidad emocional y disminuir el rendimiento escolar.
En 2005, de las 70 mil 290 personas migrantes que se reportaron en la isla, 35 mil 618 fueron de sexo masculino y 34 mil 672 de sexo femenino. En términos estadísticos se puede afirmar que las cifras tienden a un equilibrio por sexo.
Diana Saldívar es una de esas mujeres que decidieron abandonar su región de origen. Cuando empezaba 2003, marchó desde Las Tunas (650 kilómetros al este de la capital) a Ciego de Ávila (a 420 de La Habana), tras una oferta de empleo en un centro turístico de esa provincia.
Allí conoció a su actual esposo y nació Claudia, su primera hija, un año después. A fines de 2006 salió embarazada nuevamente y sus padres decidieron llevarse a la niña mayor para Las Tunas, para que ella pudiera dedicar más tiempo a su embarazo y su trabajo.
“Sólo la veo cuando puedo ir algún fin de semana y cuando hay alguna fiesta familiar. La extraño mucho. Mi esposo me ha dicho que deje de trabajar y me vaya con la niña hasta que nazca la otra, pero yo no quiero, pues tengo miedo de que mi matrimonio se rompa”, se lamenta la traductora de 34 años.
Sociólogos, psicólogos y otros especialistas coinciden con Diana en que vivir casado es un reto cuando uno de los cónyuges anda lejos del hogar por prolongados períodos de tiempo.
El agobio por el peso de las responsabilidades domésticas no compartidas o por los problemas en la crianza de los hijos hace pensar a no pocas parejas en el divorcio, como una solución. También puede aparecer la sensación de abandono.

MIGRACIÓN Y FAMILIA

Poco más de una década después, los motivos familiares siguen encabezando la lista de las razones para migrar. Pero la insatisfacción con el empleo y la búsqueda de opciones laborales en otros territorios les siguen de cerca, según especialistas.
Históricamente, la población de la isla se ha movido de oriente hacia occidente, pasando por una zona central bastante estable, convertida en una suerte de trampolín o sitio de tránsito.
Entre los territorios del oeste cubano, sólo Pinar del Río, en el extremo occidental del país, es una provincia emisora de viajantes.
Pero el sentido de las migraciones internas cambió con la aplicación, en 1997, del Decreto Ley 217, para regular las migraciones internas hacia la capital.
Por primera vez, desde que se llevan registros estadísticos, Ciudad de La Habana tuvo saldos migratorios negativos. Desde entonces no hay una lógica migratoria única y los escenarios perspectivos están en constante estudio.
Enrique González Galván, jefe del departamento de población del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), ha declarado a la prensa local que los desplazamientos poblacionales en Cuba han variado sensiblemente, sobre todo respecto a su volumen.
Entre 1989 y 1996 se trasladaban anualmente entre 170 mil y 190 mil personas. Luego siguió un marcado descenso, hasta que en 2005 la cifra sólo sumó poco más de 70 mil personas.
El momento del cambio coincide con el año de la aplicación del decreto regulatorio hacia la capital, pero las transformaciones van mucho más allá.
“Actualmente, las migraciones hacia la capital vienen mostrando nuevamente una tendencia al aumento, mientras el país sigue una dinámica opuesta”, explica el experto.
Aunque la diferencia no es notable, la ciudad de La Habana sí recibe, además, más mujeres que hombres de otras provincias. En 2005 llegaron a la capital 5 mil 449 mujeres y 5 mil 069 hombres.
Las provincias con saldos negativos más pronunciados son Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, en el oriente del país; precisamente aquellas que necesitan de mayor impulso en las inversiones en función de fomentar opciones de empleo y desarrollo.
Estudios del Instituto de Planificación Física (IPF) aseguran que, en los últimos años, más de un millón de cubanos ha emigrado desde las pequeñas comunidades y asentamientos rurales hacia las cabeceras municipales y provinciales.

ADIÓS AL CAMPO

Dentro de la gran masa de personas que cada día se despide del campo, abundan jóvenes, técnicos y profesionales con una preparación media o alta. ¿Por qué emigran? ¿Qué beneficios reporta alejarse de lugares que, paradójicamente, son los más necesitados de mano de obra joven y personal calificado?
Los estudios del IPF confirmaban, a fines de la pasada década, que los principales problemas en los pequeños asentamientos rurales –o franja de base, según definición de los expertos– estaban asociados con el transporte, la dotación de agua potable y disposición de residuales, la electrificación y alumbrado público, las telecomunicaciones y urbanización de los poblados, la vivienda y las posibilidades de superación y recreación.
En línea con las recomendaciones de la encuesta de 1995, González Galván cree que nuevos proyectos encaminados a mejorar las condiciones de las comunidades rurales pueden estar influyendo en la disminución de los saldos migratorios.
Aquella investigación nacional auguraba un buen final para cualquier programa social que volviera la vista a los campos y entre sus conclusiones sostenía que, con recursos mínimos, los pobladores de la llamada franja de base emprenderían por sí mismos la solución de sus problemas, pues valoraban mucho la tranquilidad y el ambiente de su entorno.
Con la aplicación reciente de varios programas se ha llevado la computación y los medios audiovisuales hasta asentamientos rurales muy alejados, por medio de la instalación de paneles solares que suministran la electricidad.
Paralelamente, se han diversificado los servicios de atención primaria de salud y los polos turísticos a lo largo de la Isla. Pero, a nivel sociodemográfico, el impacto aún está por estudiarse de manera integral.
Como asevera la investigadora Mayra Mena Correa, también del Centro de Estudios de Población y Desarrollo, “tenemos que indagar no sólo entre la gente que se va y que viene, sino en por qué se va y por qué viene”.

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