Buques cubanos fueron atacados por submarinos alemanes durante la II Guerra Mundial. Hundimiento de las naves Manzanillo y Santiago de Cuba, según nos cuenta Yolanda Díaz Martínez, investigadora del Instituto de Historia de Cuba.
Corría el año 1942, la Segunda Guerra Mundial parecía un fenómeno muy alejado del continente americano y de las aguas del Caribe en particular. Sin embargo, las garras del nazismo y la aspiración de Hitler de extender su poderío a todo el mundo muy pronto alterarían la tranquilidad en el área americana.
A inicios de diciembre de 1941 el almirante alemán Karl Doenitz planificó dar un golpe espectacular frente a las propias costas de Estados Unidos y para ello dispuso el envío de cinco submarinos a una zona entre el Cabo Hatteras y el Golfo de San Lorenzo, aunque esa cantidad de medios no era suficiente, la experiencia de sus comandantes multiplicaba el daño que podían causar.
La operación denominada Paukenschlag (Redoble de Tambor), fue concebida con el fin de paralizar el tráfico a lo largo de las costas, reduciendo así la navegación de buques mercantes con petróleo y otras materias primas rumbo a las zonas industriales de las costas de EE.UU.
El grupo Paukenschlag pasaba el día en el fondo del mar y emergía en la oscuridad buscando víctimas. Así, debidamente emboscado, se adjudicó el hundimiento de varias embarcaciones, que no solo pertenecían a la naviera norteamericana, sino de otros países del área como Cuba.
Cuba, que estaba asociada íntimamente a los Estados Unidos en forma económica y política, había declarado la guerra a las potencias del Eje el 11 de diciembre de 1941 y de esa forma era considerada un país beligerante.
El primer ataque contra buques cubanos aconteció el 12 de agosto de 1942, cuando las embarcaciones Bahía de Manzanillo y Santiago de Cuba fueron torpedeadas en el Golfo de México.
Estas naves formaban parte de un pequeño convoy, integrado además por el vapor nicaragüense Guardián, el Julián Alonso, el remolcador norteamericano Humrrick, y el Annette. Ninguno de ellos llevaba armamentos para repeler cualquier ataque en la ruta.
Los barcos navegaban a una distancia de tres mil yardas entre ellos, siendo precedidos por un caza submarinos que a dos millas y navegando en zigzag cubría la vigilancia, mientras otro navío del mismo tipo marchaba al final del convoy, y merced a su gran velocidad también intentaba proteger los flancos.
Esta forma de viajar en pequeños convoyes que navegaban escoltados durante el día y por la noche anclaban en bahías y caletas protegidas, respondía a la intención de Estados Unidos de atenuar la eficacia de la estrategia alemana.
La pequeña flotilla donde iban los buques cubanos había partido del puerto de La Florida al amanecer de ese día 12 de agosto con mercancías de muy diverso tipo, entre ellas papel, camiones, máquinas y accesorios.
Pero la tranquilidad muy pronto fue interrumpida cuando alrededor de las ocho de la mañana, según narraron algunos de los sobrevivientes, un estampido seco y monstruoso impactó el Manzanillo, por la parte donde se almacenaban los tanques de combustible.
Similar suerte corría el Santiago de Cuba minutos después, hundiéndose lentamente mientras sus tripulantes corrían desesperadamente por la cubierta del barco arrojando balsas y botes antes de lanzarse al mar.
Aunque la labor de rescate y salvamento fue acometida con gran rapidez, hubo muchas víctimas, calculándose en más de una veintena los muertos y desaparecidos, muchos de ellos cubiertos de petróleo, con grandes quemaduras y ciegos por la acción del aceite.
A la llegada de los restos de los fallecidos a La Habana, se organizó una gran ceremonia y fueron tendidos en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.
Sin embargo, no serían las únicas víctimas, pues otros barcos de la Isla sufrieron la ferocidad del nazismo y cerca de 70 cubanos serían víctimas fatales de ese afán.
A inicios de diciembre de 1941 el almirante alemán Karl Doenitz planificó dar un golpe espectacular frente a las propias costas de Estados Unidos y para ello dispuso el envío de cinco submarinos a una zona entre el Cabo Hatteras y el Golfo de San Lorenzo, aunque esa cantidad de medios no era suficiente, la experiencia de sus comandantes multiplicaba el daño que podían causar.
La operación denominada Paukenschlag (Redoble de Tambor), fue concebida con el fin de paralizar el tráfico a lo largo de las costas, reduciendo así la navegación de buques mercantes con petróleo y otras materias primas rumbo a las zonas industriales de las costas de EE.UU.
El grupo Paukenschlag pasaba el día en el fondo del mar y emergía en la oscuridad buscando víctimas. Así, debidamente emboscado, se adjudicó el hundimiento de varias embarcaciones, que no solo pertenecían a la naviera norteamericana, sino de otros países del área como Cuba.
Cuba, que estaba asociada íntimamente a los Estados Unidos en forma económica y política, había declarado la guerra a las potencias del Eje el 11 de diciembre de 1941 y de esa forma era considerada un país beligerante.
El primer ataque contra buques cubanos aconteció el 12 de agosto de 1942, cuando las embarcaciones Bahía de Manzanillo y Santiago de Cuba fueron torpedeadas en el Golfo de México.
Estas naves formaban parte de un pequeño convoy, integrado además por el vapor nicaragüense Guardián, el Julián Alonso, el remolcador norteamericano Humrrick, y el Annette. Ninguno de ellos llevaba armamentos para repeler cualquier ataque en la ruta.
Los barcos navegaban a una distancia de tres mil yardas entre ellos, siendo precedidos por un caza submarinos que a dos millas y navegando en zigzag cubría la vigilancia, mientras otro navío del mismo tipo marchaba al final del convoy, y merced a su gran velocidad también intentaba proteger los flancos.
Esta forma de viajar en pequeños convoyes que navegaban escoltados durante el día y por la noche anclaban en bahías y caletas protegidas, respondía a la intención de Estados Unidos de atenuar la eficacia de la estrategia alemana.
La pequeña flotilla donde iban los buques cubanos había partido del puerto de La Florida al amanecer de ese día 12 de agosto con mercancías de muy diverso tipo, entre ellas papel, camiones, máquinas y accesorios.
Pero la tranquilidad muy pronto fue interrumpida cuando alrededor de las ocho de la mañana, según narraron algunos de los sobrevivientes, un estampido seco y monstruoso impactó el Manzanillo, por la parte donde se almacenaban los tanques de combustible.
Similar suerte corría el Santiago de Cuba minutos después, hundiéndose lentamente mientras sus tripulantes corrían desesperadamente por la cubierta del barco arrojando balsas y botes antes de lanzarse al mar.
Aunque la labor de rescate y salvamento fue acometida con gran rapidez, hubo muchas víctimas, calculándose en más de una veintena los muertos y desaparecidos, muchos de ellos cubiertos de petróleo, con grandes quemaduras y ciegos por la acción del aceite.
A la llegada de los restos de los fallecidos a La Habana, se organizó una gran ceremonia y fueron tendidos en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.
Sin embargo, no serían las únicas víctimas, pues otros barcos de la Isla sufrieron la ferocidad del nazismo y cerca de 70 cubanos serían víctimas fatales de ese afán.
2 comentarios:
No había oído de esta historia.
Resulta poco estudiada.
Gentle, que buena música la del blog. Muy bonita.
Gracias,poco a poco voy a ir subiendo mas musica de bossa nova, jazz y feeling cubano (Jose Antonio Mendez, etc.).
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