31/8/07

La guerra de las ideologías (III y final)

Más allá del Quinquenio o del Decenio

Concluido los llamados quinquenio gris o decenio negro, la problemática abordada no concluye. Ciertamente desaparecen algunas de las figuras que más daño hicieron como la señora Malmierca, Llanusa, Muzio, Pavón, Serguera, Quesada, Fundora, Vecino y otras, y con éstas sus desastrosas consecuencias. Otras figuras se retractan de facto y dejan de incursionar punitivamente en las diversas zonas de la cultura. Hart, desde el Ministerio de la Cultura, es artífice de una visible rectificación y superación de las secuelas de esos años.

Imaginar que todo lo discutido es agua pasada que no mueve molinos, sería no menos ingenuo. La promoción de Carlos Aldana abre otro episodio para la controversia, donde se dan de la mano su quehacer dogmatizante en los ya mencionados tiempos de la Dirección Política Central y sus viejos vínculos a los jóvenes promocionados por los años del sectarismo. Erróneamente identificado por trasnochados corresponsales extranjeros como “el tercer hombre de Cuba,”Aldana muy pronto daría muestras de retorno a las viejas políticas punitivas, a pesar de ciertos aires properestroikos al inicio y que eran en realidad producto de su vieja propensión prosoviética. El caso más bochornoso, sin lugar a dudas, lo sería el de Pedro Luis Ferrer, pero no es el único. Aldana se creía dotado del poder de sentar cátedra casi continuamente. Su mandato levantó no pocos resquemores y reanimó algunos fantasmas.

Intentó además, infructuosamente, controlarlo todo, desde el ICAIC, con la desastrosa y derrotada propuesta de fundirlo con el ICRT, hasta la UNEAC, donde lo intenta con una candidatura bien fabricada al frente de la cual marchaba el escritor –largamente bendecido hasta entonces en medios oficiales- Lisandro Otero, uno de los enfant terribles de Lunes de Revolución y del binomio Llanusa-Muzio. Y entonces, la intelectualidad agrupada en la UNEAC se movilizó –como ahora, contra los Pavón, Serguera y compañía- con un candidato alternativo que se llevaría la abrumadora mayoría, el hoy Ministro de Cultura, Abel Prieto, con su irreverente y elocuente melena, verdadero tributo a los turbulentos años 60. Los tiempos cambiaban y mientras Abel se consolidaba,[11] Aldana, el gran disertante, perecía en la ignominia de las corruptelas (1992) que siempre acompañan a todo poder. Y Pedro Luis Ferrer sigue componiendo y cantando y todos aprecian su obra y entereza personal.

Perestroika y Llamamiento

A primera vista, cualquiera diría, que esto nada tiene que ver con lo que se discute ni forma parte del quinquenio gris o el decenio negro, que es otra cosa o dimensión diferente. Creo lo contrario y permítanme argumentar.

Empiezo por decir que en Cuba no ha habido un ejercicio más democrático que la prolongada discusión del Llamamiento al IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). Estas reuniones marcaron un hito en el ejercicio de una elevada cultura política y de debate abierto; muchísima gente se expresó con total honestidad y valor en el curso de las reuniones donde dicho documento fue discutido. Y es innegable que ello estuvo influido en los años precedentes, sobre todo desde mediados de los 80, por los procesos de perestroika y glásnost en la extinta Unión Soviética, promovidos por Mijail Gorbachov. Estos procesos habían impactado ampliamente a la clase política cubana, suscitando importantes reflexiones, segundas lecturas y críticas de nuestra propia experiencia. En este contexto ocurrieron cinco cosas importantes que sí tienen mucho que ver con lo que llamo la anti-cultura de la prohibición.

Primero, tan pronto se hizo evidente la magnitud del impacto del debate en la Unión Soviética, sobrevino una primera reacción: prohibir la circulación y venta de las publicaciones soviéticas que circulaban en Cuba, desde Tiempos Nuevos hasta Sputnik. El procedimiento carecía de sentido alguno y mucho menos de eficacia. Prohibir no hace desaparecer el problema ni reduce su impacto o influencia en nuestro medio. Algo similar había ocurrido en 1963 cuando se le prohibió a la agencia de noticias china Xinhua divulgar entre más de 30 000 suscriptores sus boletines con toda la polémica con la dirigencia soviética de entonces. Sin embargo, cuando la crisis en torno a Checoslovaquia (1968), se siguió un patrón completamente distinto: Publicar en Granma todo lo que se publicaba o escribía sobre esta crisis en todo el mundo. Esto era lo más indicado y saludable puesto que de cualquier manera la gente seguía informándose, actualizándose y debatiendo. Es lo que siempre debió hacerse, pues un máximo de transparencia siempre nos daría más fuerza moral, capacidad de persuasión y de convocatoria. Sin embargo, prohibir seguía interpretándose todavía años más tarde como un escudo contra la penetración[12] de ideas e influencias percibidas como “malsanas”. Semejante componente –perestroika y glásnost- condicionó en parte no pocos de los planteamientos en las reuniones del Llamamiento.

Segundo, el derrumbe del muro de Berlín y de la URSS si bien podían utilizarse para descalificar a la perestroika y a la glásnost (cosa esta advertida ciertamente desde muy temprano por Fidel Castro en repetidas ocasiones[13]), añadiendo lo de Tiennamen como ejemplo de influencia de signo negativo, estos hechos no lograban disminuir ni desacreditar muchas de las ideas y críticas derivadas de aquellos procesos.

Por otra parte –tercer elemento crítico-, coincidía todo esto con el impacto del caso Ochoa-La Guardia, cuestión esta que condicionaba cautelas y nuevos abroquelamientos entre sectores de la dirigencia cubana. Y si bien todo esto podía explicar una dinámica de rigidez y nuevos atrincheramientos ideológicos y políticos, lo cierto es que para muchos cubanos en la clase política, e incluyo aquí a toda la intelectualidad cubana, era evidente que ambas cosas –la carga negativa y la carga positiva de todos esos acontecimientos y su concatenación- no eran excluyentes en modo alguno y no debían dar pie a descalificar en bloque lo positivo de todo lo ocurrido ni que el término de properestroiko se empleara por Aldana y otros casi como un insulto y virtual acusación tenebrosa contra no pocos.

Cuarto elemento, la reacción de un sector de la dirigencia cubana –con un destacado protagonismo del propio Aldana y algunos de sus más vociferantes seguidores como Darío Machado, Amado Soto, Lázaro Barredo o León Cotayo - fue marcadamente hostil a la mayor parte de los planteamientos formulados en las reuniones del Llamamiento. Llovieron las críticas oficiales por los canales del Partido, las refutaciones a tales planteamientos abundaron a puertas cerradas, a diferencia del proceso público, abierto, de la discusión del Llamamiento. Prevaleció un ambiente particularmente conservador, restrictivo e intolerante. Podría argumentarse que los factores concatenados –perestroika, Ochoa, derrumbe, Tiennamen- podían ciertamente contribuir a una explicación racional acerca de porqué tanta nueva rigidez y tanta intolerancia, tanto abroquelamiento, pero en modo alguno sirve al propósito de disculparlos o aceptarlos.

Quinto elemento y final, y a manera de colofón lamentable de esos años 90 se produjo el llamado “caso CEA” (Centro de Estudios de América). Desde comienzos de los 90 y en particular después de las discusiones del Llamamiento al IV Congreso, el equipo de investigadores y personal del CEA comenzaron a ser percibidos con particular hostilidad oficial en los círculos del Departamento Ideológico, donde los Darío Machado, los Amado Soto y otros creaban una atmósfera de intrigas y sospechas en contra de lo que era una de las instituciones dedicadas a la investigación en la esfera de las ciencias sociales de mayor prestigio dentro y fuera de Cuba. El Coronel Rolando Alfonso Borges, a cargo del Departamento Ideológico desde comienzos de los 90, y José R. Balaguer, miembro del Buró Político que había sustituido a Aldana en el control y supervisión de las esferas de Educación, Cultura e Ideología, tomaron como buenas las fabricaciones en contra del CEA, las sobredimensionaron en el contexto de las circunstancias extremas que Cuba vivía en esos momentos y se las “vendieron” como monumental paquete a Raúl Castro. Tal vez lo peor de todo era que todo ello se hacía a espaldas de los afectados.

Como resultado de este nuevo entramado contra un brillante, dedicado y leal grupo de gente de pensamiento incisivo, penetrante y culto, cuyo quehacer intelectual estaba plenamente reconocido y avalado dentro y fuera de Cuba, la resolución del V Pleno del Partido (Marzo 27 de 1996) enfilaba su artillería pesada contra el CEA, lo crucificaba públicamente, con los peores epítetos a la usanza inquisitorial, como instrumentos del quintacolumnismo fomentado por EE.UU. y los cubanólogos norteamericanos, abandono de principios clasistas, etc.

Era un episodio único e insólito; una arremetida sin precedentes, aunque algunos señalaran que se estaba en presencia de una reedición agravada del triste episodio de Pensamiento Crítico. Lo más dañino era el impacto intimidatorio del lenguaje oficial empleado en contra de este grupo de investigadores. De nuevo cabe apuntar que el fantasma de los debates durante las discusiones del Llamamiento subyacían en todo lo ocurrido. No pocos lo vieron como un pase de cuentas donde se mezclaban los debates del 90 y 91, las envidias hacia el talentoso y exitoso desempeño de dicho centro de investigaciones más la intolerancia hacia interpretaciones y propuestas no generadas ni santificadas por la línea oficial, nacidas de la postura enfermiza de que el conocimiento y el pensamiento sólo pueden tener una sola instancia.

Los pormenores de este caso son más o menos conocidos por muchos, dentro y fuera de Cuba. No obstante, exploremos algunas de las lecciones a extraer. ¿Quintacolumnistas y toda la carga de epítetos contra un grupo de investigadores consagrados en su dedicación a la revolución? Esto carecía de credibilidad por completo. Peor aún era “cocinarlo” a espaldas de los perjudicados. Repito e insisto en esto pues discrepar o incluso contra argumentar respecto al trabajo del CEA, podía ser legítimo y hasta necesario, pero no como acción artera, desleal y carente de transparencia, máxime cuando era bien sabido que otras figuras e instancias del poder en Cuba –sin necesidad de mencionar a Manuel Piñeiro, en lo que sería una importante lista de figuras claves- tenían en alta estima el quehacer intelectual y la condición política del personal del CEA, investigadores y auxiliares por igual.

Tres observaciones finales sobresalen en este caso.

Primero que todo, el coraje colectivo de los integrantes del CEA en enfrentar, discutir y refutar los planteamientos del V Pleno y los ataques formulados contra ellos en reuniones posteriores. Cualquier cobardía los hubiera anulado para siempre y en esto sentaron un poderoso ejemplo. Siempre será poco lo que se diga acerca de la entereza y consistencia de este grupo de intelectuales.

Segundo, el lenguaje del V Pleno hacía temer los peores desenlaces y las acusaciones e insinuaciones de los Torquemadas subalternos encabezados por Darío Machado y los otros en reuniones posteriores, no dejaban lugar a dudas en su reclamo de rabo y orejas, como en buena faena taurina. Podían esperarse sanciones disciplinarias, pérdida de militancia y empleo, exclusión del sector de las ciencias sociales y otras, pero la consistencia y valentía demostrada en la defensa de sus posiciones y actuaciones, asi como el aprecio y simpatías de que gozaba el equipo del CEA entre otros sectores de la dirigencia y la intelectualidad –en particular muy visible en las intervenciones de Manuel Piñeiro y Abel Prieto- condujeron a una especie de congelamiento o “empate técnico,” cuya decisión, evidentemente, no partía de Balaguer o sus subalternos, sino de Fidel y Raúl.

Tercero, los peores desenlaces esperados desaparecían de la escena, el equipo de investigadores del CEA ciertamente fue desarticulado y dispersado, pero sus componentes individuales fueron plenamente respetados, ubicados en diferentes posiciones, en su mayoría acordes con sus perfiles, y en su abrumadora mayoría ahí continúan con su penetrante y culto quehacer, sin dejación de sus útiles herejías pasadas o actuales. El CEA, bajo la dirección de Darío Machado, dejó de ser lo que era en la cultura, en el pensamiento social y en las relaciones internacionales de Cuba, pero ya Darío Machado ni siquiera es director del CEA ni de cosa alguna que valga la pena mencionar. Y el quehacer científico e intelectual de los Rafael Hernández, July Carranza, Pedro Monreal, Aurelio Alonso, Fernando Martínez y los otros, es procurado por todos y sus trabajos leídos con enorme interés. A Darío Machado, como ente simbólico de episodios y tiempos oscuros, nadie lo procura ni lee. Y esta es la moraleja final del caso CEA.

Hoy y Mañana

Aun en los amargos momentos del caso CEA, hubo afirmaciones repetidas cuyo valor trascienden el episodio y apuntan a nuestro futuro: la experiencia del socialismo cubano tiene que ser repensada. Se dijo de maneras y énfasis diferentes, pero fue un reclamo claro y reiterado y que no quiere decir rendir o revertir aquellas cosas esenciales en las que se expresa la más amplia convergencia.

Algunos años más tarde, en el viejo parque Menocal, de 17 entre 6 y 8, se inauguró una singular escultura, la de John Lennon. Cientos de voces allí reunidas, a capella nacida de lo más hondo, entonaron aquella canción, suerte de himno increíble, que lleva por título Imagine. Allí estaban dos símbolos, uno, Fidel Castro; el otro, Abel Prieto. El primero elogiaba la letra de semejante canción. ¿Desagravio? ¿Reconocimiento de muchas cosas? Todo eso y más...

A comienzos del 2007, mientras leía las palabras de César López en ocasión de la Feria del Libro, pronunciadas en presencia de Raúl Castro, pasó en unos pocos segundos por mi memoria casi todo este apretado recuento. En este contexto también leía las reacciones internéticas a lo de Quesada, Pavón y Serguera y todo lo que le ha seguido como valiosa secuela (declaración del ICRT, de la UNEAC, reuniones en Casa de las Américas, en el ISA y todo lo demás). Y me dije -desde mi distancia y añoranzas- que creo que vamos por buen camino....

Más recién todavía, apenas unos dias atrás, en julio del 2007, leía a Fernando Martínez en su presentación en el Centro Teórico-Cultural Criterios y me identificaba plenamente con él cuando planteaba:

Será fructífero, y sin duda trascendente, que nos apoderemos de toda nuestra historia, que investiguemos sus logros, sus errores y sus insuficiencias, sus aciertos y sus caídas, sus grandezas y sus mezquindades, y convirtamos el conjunto en una fuerza más para enfrentar los problemas actuales de la revolución y la transición socialista, y para reformular y hacer más ambicioso nuestro proyecto de liberación.

Es una deuda con nuestro pasado reciente, con nuestro presente y las generaciones más jóvenes, y con ese futuro mejor que todos haremos, pero sin dejar de lado el alerta perenne contra cualquier forma de dogma, de monopolios de tesis, de intimidación expresa o velada al desarrollo del pensamiento, de la cultura, las artes y de sociedades mejores y más justas.

Notas:

[1] Véanse al respecto los escritos y entrevistas de Orlando Borrego, cercano colaborador del Ché, acerca de cómo este último insistía en aproximarse críticamente al marxismo manualesco facturado en Moscú, en contra de las simplificaciones del marxismo, la diversidad de enfoques y pensamiento y otros temas afines.

[2] Debe anotarse que si bien esto ocurrió y que nunca se divulgaron públicamente –circulando sí entre la clase política por diferentes medios y mecanismos de distribución restringida- las tesis de los PPCC de Europa Occidental y en particular del llamado eurocomunismo, la dirigencia cubana nunca se sumó a los ataques que el Partido Comunista de la Unión Soviética y sus seguidores hacían de semejantes tesis y del eurocomunismo. Fidel Castro y Carlos Rafael Rodríguez fueron especialmente cuidadosos en este tema y de mantener a Cuba en una posición independiente. También debe anotarse cómo, en diferentes momentos de los años 60, obras diversas y ensayos de Charles Bettelheim, Althusser, Lukács, Mandel y Gunder Frank, entre otros, habían circulado en Cuba, aportando interpretaciones y enfoques muy diferentes a la teoría y práctica del pensamiento socialista europeo.

[3] Proyecto que fue previamente sometido y aprobado por Fidel Castro y sus oficinas a partir del interés y respeto que la obra de Lewis despertaba por entonces.

[4] Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), primer antecedente de lo que sería más tarde la Columna Juvenil del Centenario y la Divisiones Permanentes de Infantería que culminaron en la creación del Ejército Juvenil del Trabajo, adonde debían fluir los excesos de jóvenes llamados al Servicio Militar Activo en aquellos años. Entre 1964 y 1966, el proyecto fue absolutamente deformado para convertirlo en unidades militares de castigo –cosa esta particularmente alentada por sectores del MININT, como el Departamento de Lacras Sociales, que llegaron a lanzar recogidas masivas e indiscriminadas por La Rampa y otras áreas- a las que se remitían a jóvenes homosexuales, melenudos, creyentes que desafiaban al servicio y elementos de claros antecedentes delictivos o manifiestamente desafectos junto a muchos otros jóvenes que no reunían ninguna de estas características. Convertidas en virtuales unidades de castigo, la crítica popular y en el propio seno de las estructuras dirigentes de la revolución, llevaron a una pronta rectificación por el propio Raúl Castro en persona, quien designó al capitán Quintín Pino Machado para disolver dichas unidades definitivamente y poner fin a tales prácticas, reconociéndose desde entonces que lo ocurrido había sido un disparate político mayor. Para una lectura autocrítica de estos acontecimientos, léase el testimonio de Fidel Castro a Ignacio Ramonet en 100 Horas con ...

[5] Entre 1968 y 1970, Llanusa llegó a ser percibido como el tercer hombre en Cuba dada la cantidad de organismos, instituciones y esferas que llegó a controlar, sentaba pautas y rumbos en sepetecientas mil cosas al mismo tiempo, incluyendo sus incursiones punitivas en el ámbito de la creación artístico-cultural...hasta que un buen dia se cruzó con Fidel en la calle 42 y éste le pidió detenerse y conversar. Al hacerlo, Fidel deslizó la frase: “Llanusa, la gente por ahí andan diciendo que tu tienes más poder que yo...” Llanusa llegaba a la casa infartado y de ahí en adelante pasaría a trabajar en temas de agricultura y relaciones con los campesinos, donde parece que tuvo una trayectoria más positiva, al menos al decir de algunos campesinos en Matanzas por los años 70.

[6] Episodio menos conocido fue el intento de algunos en el MININT de ganar méritos como veladores de la cultura a expensas, ni más ni menos, que de Onelio Jorge Cardoso, y su maravilloso cuento corto Caballo, cargado de belleza y ternura. Los Torquemadas se aparecieron con la infamia de que era una alegoría del deseo de ver morir a Fidel Castro. Lamentablemente para ellos, el paquete era tan burdo y la honestidad de Onelio tan grande, que aquello no pudo prosperar.

[7] Raúl Castro tendría una actuación posterior con respecto al caso de Pensamiento Crítico en la que arremetería públicamente contra esta publicación y varios de sus más brillantes investigadores. Enarboló el peligro del diversionismo ideológico, los estigmatizó como proclives a dejarse arrastrar por semejante corriente y al referirse a uno de ellos –Jorge Gómez Barranco- formularía una alegoría particularmente dañina con el segundo apellido de Jorge, el de Barranco, al decir que él y los demás “nos llevaban al barranco del revisionismo”, término muy en boga por parte de los ideólogos soviéticos. Pero, esta arremetida de Raúl Castro contra Pensamiento Crítico agravaría la atmósfera y actitudes generadas a partir de su discurso acerca del “diversionismo” y creaba un precedente especialmente dañino. De aquella acción contra Pensamiento Crítico, diría Fernando Martínez Heredia lo siguiente: “El pensamiento social recibió un golpe abrumador. Se cerró de tal manera el espacio, que las corrientes no marxistas fueron malditas y se trató de erradicarlas, se consideró incorrecto conocerlas y aún más tratar de utilizarlas. Dentro de las corrientes marxistas se afirmó que sólo la soviética era la aceptada y la correcta...” (Temas No. 3, La Habana). César Gómez Barranco, mantendría su identidad y lealtad propias a pesar de todo, para convertirse en el animador y talento del muy celebrado Grupo Moncada, mientras que Fernando Martínez sigue siendo una de las figuras más respetadas del pensamiento social en la Cuba de hoy. Alusiones autocríticas de parte de Raúl Castro sobre aquellas acciones pueden encontrarse en varias entrevistas concedidas por su hija, Mariela Castro, y por él mismo en su famosa conversación con Manuel Piñeiro en torno al caso CEA 25 años después.

[8] De Abrantes recordemos no sólo aquel famoso discurso en homenaje, y virtual desagravio, a la intelectualidad cubana de la segunda mitad de los 80, el que fuera por entonces percibido como reconocimiento y disculpa de un pasado con un registro de no pocos errores y abusos. También hay que recordar en esos años algo no público, pero bien comentado. En Matanzas, el delegado y jefe del MININT en esta provincia, organizó un asalto violento contra un recital de Clarilda Oliver, insigne poetisa, que este buen señor y algunos percibían como “desafecta.” Semejante acción no fue idea de Fidel, Raúl o Abrantes, sino de Torquemadas subalternos tratando de, por esos medios, ganar méritos. El balance fue la destitución y sanciónn de todo el personal del MININT involucrado en la fabricación y decisión de semejante acto.

[9] Aunque parezca increíble, algunos cabezas calientes en la Dirección Política de las FAR llegaron a la conclusión que Tora! Tora! Tora! (excelente filme con estilo de recuento documental sobre los acontecimientos que rodean el ataque de Pearl Harbor) no debía ser exhibida por brindar una visión demasiada benigna de la conducta de EE.UU., pero que, dicho sea de paso, sí era exhibida para personal de las FAR y el MININT..

[10] La fundación de Pensamiento Crítico y las actividades del Departamento de Filosofía en la segunda mitad de los 60 fue obra de Fidel Castro. El inspirador y apoyo principal, lo fue Fidel Castro, el hereje por excelencia dentro del proceso cubano. Rolando Rodríguez, Aurelio Alonso, Fernando Martínez y los demás lo saben perfectamente. Las polémicas y confrontaciones con los PPCC de América Latina y el Caribe y con la dirigencia soviética, le dieron particular aliento, pero los que allí escribían no se percataron que después de los sucesos de Praga en el 68 y la normalización temporal de las relaciones con los soviéticos, marcarían, irremediablemente, la muerte anunciada de Pensamiento Crítico y del Departamento de Filosofía ante el altar de la nueva, pero siempre frágil y temporal luna de miel con los bolos (de nuevo, uso de un cubanismo típico durante décadas para describir a los soviéticos). Las tertulias informales de cientos de estudiantes con Fidel en la Plaza Cadenas (hoy Ignacio Agramonte) en los 60 –episodio nunca estudiado o documentado-, siempre hasta altas horas de la noche, sembraron en miles de estudiantes durante años las más sanas herejías de entonces junto con Pensamiento Crítico, marcando a toda una generación, no pocos de los cuales ocupan hoy importantes posiciones dirigentes en Cuba.

[11] Recordemos su valiente argumentación pública, a fines de 1993, en contra de los criterios de Fidel, frente a frente y ante las cámaras de la TV, acerca de porqué tantos intelectuales y artistas se marchaban del país en esos momentos.

[12] José R. Balaguer, miembro del Buró Político del PCC, en ocasión de la polémica con los académicos del Centro de Estudios de América (CEA) diría en 1996, refiriéndose a los años de la perestroika y la glásnost: “El momento en que vivimos es tan complejo y difícil como cuando empezó la Perestroika. Creo que hicimos lo correcto, impedimos que nos penetrara.”

[13] En 100 Horas…Puede ser leído todo el razonamiento del Fidel Castro sobre Gorbachov.


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