Una joven pareja judía ortodoxa se entrevista con su rabino, pocos días antes del matrimonio, para pedirle consejos. El joven, tímidamente, le pregunta si es posible hacer una excepción a las estrictas normas que rigen la vida de la ortodoxia. Y dice:
-Rabino: ¿es posible que sólo por esta vez los varones puedan bailar juntos con las mujeres?
-¡De ninguna manera!
-Pero rabino: es nuestra boda ¿No voy a poder bailar con mi esposa en mi propia fiesta?
-¡No! ¡Terminantemente, no! Sería una falta total de pudor, y además una violación a nuestras tradiciones. Hombres y mujeres siempre han bailado separados, y seguirán haciéndolo.
-¿Y después de la ceremonia?
-¡No insistas! ¡No se puede! ¡Está prohibido y se acabó!
Apenado, el novio vuelve a preguntar:
-OK, de bailar ni hablar, pero ¿sexo? ¿Podemos tener relaciones?
-¡Por supuesto! Dentro del matrimonio el sexo es una mitzvah (una buena acción), para tener hijos.
Un poco más envalentonado, el joven vuelve a la carga:
-¿Podemos ensayar diferentes posiciones? ¿El hombre arriba? ¿La mujer arriba?
-Ningún problema. Es una mitzvah.
-¿Estilo perro? ¿Arriba de la mesa de la cocina?
-Seguro, pero cuidado con los objetos cortantes...
-¿Sobre sábanas de goma, con un balde de miel y aceite tibio, mirando un video porno? ¿Con un par de aparatos, un arnés de cuero, un látigo de lana?
-Seguro... Otra mitzvah.
-¿De parado?
-¡No; de parado no! ¡Dios no lo permita! Sorprendido, el joven pregunta:
-¿Y por qué no de parado?
-Porque de parado parece que estás bailando...
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