Remitido por "Cubanerías", una bloguista activa de nuestros debates en los blogs de temas cubanos, les presento esta estampa escrita por el periodista Manuel Vicent, aparecida hoy en El País.
Culto pero no pedante; cortés pero no ceremonioso; rural pero no rústico: estas ideas elaboradas por Horacio en su granja de la Sabina han servido para formar el diseño moral del gentleman inglés, aunque también pueden aplicarse a cualquier persona que busque la elegancia interior por encima de todas las cosas.
Para ser absolutamente perfecto, este modelo humano tendría que habitar hoy un cuerpo anguloso, alto, flaco, con el vientre hacia dentro, desgarbado o ligeramente derruido, vestido con ropa de calidad un poco ajada, nunca a la última moda. Si existiera algún tipo con este estilo habría que ir a buscarlo a donde fuera y tratar de hacerse su amigo.
Contrario a este ejemplar de Horacio es el moralista, que nos indica con el dedo el camino correcto para llegar a la pastelería del cielo o el equivocado que nos llevará al castigo eterno. No son sólo algunos clérigos atormentados o los profetas dispépticos los que te amargan la existencia con sus anatemas; también hay políticos, periodistas y escritores que tratan de cambiar el mundo simplemente para acomodarlo a sus ideas y no siempre por un interés bastardo, sino porque son incapaces de entender la vida de otro modo. El moralista corrige tu mala conducta para que te asemejes a él y no hay más que sentir de cerca su halitosis para salir corriendo.
Conformar la sociedad a su imagen o de lo contrario presagiar un cataclismo inminente es la obsesión que ocupa más de la mitad de su cerebro. Como si fuera propietario de la ira universal, lo mismo le excita un crimen contra la humanidad que una simple zanja del ayuntamiento. Hay que ser divertido pero no superficial; escéptico pero no cínico; irreductible pero no implacable; firme pero no duro: estas ideas que Horacio cultivó en su granja de la Sabina no se han movido en 2,000 años y aún hoy sirven de eje de acero a algunos seres privilegiados.
También constituyen un sueño imposible cuando se contempla la histeria de nuestros políticos y el látigo de algunos escritores y periodistas. Las sátiras de Horacio no carecían de desprecio, aunque atemperado por la ironía, ni de sarcasmo siempre sometido al buen estilo, más acá del bien y del mal. Quedan algunos ejemplares con este diseño en nuestro país y sólo por ellos es aún habitable. Aunque parece que están fuera del mundo, caballeros inactuales, sabios despistados, un poco antiguos, son los últimos pilares que sustentan una sociedad llena de sujetos cuyo poder va infinitamente más allá que su elegancia moral.
Culto pero no pedante; cortés pero no ceremonioso; rural pero no rústico: estas ideas elaboradas por Horacio en su granja de la Sabina han servido para formar el diseño moral del gentleman inglés, aunque también pueden aplicarse a cualquier persona que busque la elegancia interior por encima de todas las cosas.
Para ser absolutamente perfecto, este modelo humano tendría que habitar hoy un cuerpo anguloso, alto, flaco, con el vientre hacia dentro, desgarbado o ligeramente derruido, vestido con ropa de calidad un poco ajada, nunca a la última moda. Si existiera algún tipo con este estilo habría que ir a buscarlo a donde fuera y tratar de hacerse su amigo.
Contrario a este ejemplar de Horacio es el moralista, que nos indica con el dedo el camino correcto para llegar a la pastelería del cielo o el equivocado que nos llevará al castigo eterno. No son sólo algunos clérigos atormentados o los profetas dispépticos los que te amargan la existencia con sus anatemas; también hay políticos, periodistas y escritores que tratan de cambiar el mundo simplemente para acomodarlo a sus ideas y no siempre por un interés bastardo, sino porque son incapaces de entender la vida de otro modo. El moralista corrige tu mala conducta para que te asemejes a él y no hay más que sentir de cerca su halitosis para salir corriendo.
Conformar la sociedad a su imagen o de lo contrario presagiar un cataclismo inminente es la obsesión que ocupa más de la mitad de su cerebro. Como si fuera propietario de la ira universal, lo mismo le excita un crimen contra la humanidad que una simple zanja del ayuntamiento. Hay que ser divertido pero no superficial; escéptico pero no cínico; irreductible pero no implacable; firme pero no duro: estas ideas que Horacio cultivó en su granja de la Sabina no se han movido en 2,000 años y aún hoy sirven de eje de acero a algunos seres privilegiados.
También constituyen un sueño imposible cuando se contempla la histeria de nuestros políticos y el látigo de algunos escritores y periodistas. Las sátiras de Horacio no carecían de desprecio, aunque atemperado por la ironía, ni de sarcasmo siempre sometido al buen estilo, más acá del bien y del mal. Quedan algunos ejemplares con este diseño en nuestro país y sólo por ellos es aún habitable. Aunque parece que están fuera del mundo, caballeros inactuales, sabios despistados, un poco antiguos, son los últimos pilares que sustentan una sociedad llena de sujetos cuyo poder va infinitamente más allá que su elegancia moral.
2 comentarios:
He pasado varias veces por aquí sin dejar comentarios; hoy encuentro que tengo dos razones para hacerlo.
La primera, el artículo de Manuel Vicent, que está muy bien. Es algo curioso lo que me sucede con ese señor, de quien disfruto sus escritos breves en El País, pero no así sus novelas. No sé, lo encuentro mejor periodista, pero eso es una opinión.
Lo segundo es agradecerle el amable comentario que me dejó en el blog de Armengol en la entrada dedicada a Amir Valle. Allí soy Josef K, uno de mis nicks habituales en la red. Éste es otro de ellos, que evito usar en esos blogs porque deambulan por ahí cada personajes que me aburren bastante. Y aunque uno pueda estar por la tolerancia y la libre expresión, esa no es razón para invitarlos a visitar la casa de uno, que en este caso sería mi blog. Luego, empleo el nick de Josef K para ahorrarme atenciones indeseadas.
En cualquier caso, sólo quería agradacerle la amabilidad de sus palabras y dejarle saber que lo leo con relativa asiduidad.
Gracias Josep, muy amable de su parte. Aqui tambien tiene un espacio de expresion.
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