WASHINGTON—Con Fidel Castro fuera de la escena pública debido a su estado de salud, algunos importantes intelectuales cubanos están delineando ideas para implementar medidas de mercado y fortalecer la alicaída economía comunista de la isla. El debate, sofocado por Castro hace una década, ofrece un panorama sobre cómo podría ser la Cuba postcastrista. Y también es una señal de alejamiento de la ortodoxia en un momento en el que Hugo Chávez, discípulo confeso de Castro, está llevando a Venezuela hacia una variante cada vez más dura de socialismo, como parte de una campaña para alejar a sus aliados regionales del capitalismo.
Las propuestas de los economistas podrían reducir la injerencia del Estado en la economía y tratar de obtener más productividad de la pequeña economía del país. Entre las propuestas están: descentralizar el control, ampliar el poder de los gerentes de las cooperativas agrícolas privadas, expandir la propiedad privada a otros sectores, impulsar la inversión en infraestructura y aumentar los incentivos a los trabajadores.
Ninguno de los planes reemplazarían el comunismo por el capitalismo ni abrirían la isla a la inversión extranjera, algo que los economistas fuera de Cuba consideran esencial para que prospere el país. Pero la discusión da una idea de la clase de cambios que el gobierno comunista podría tolerar. "Estamos en medio de un proceso de debate, el cual es cauteloso y controlado, pero está sucediendo por primera vez en muchos años", dijo Pedro Monreal, profesor en el Centro de Investigación sobre Economía Internacional de La Habana. "Es un momento histórico", dice Julia Sweig, especialista en Cuba para el Council of Foreign Relations, en Washington. "El régimen cubano siente la confianza suficiente como para dejar que voces que antes censuraba estén en el centro del debate económico acerca de las reformas." Las propuestas son una respuesta a las constantes privaciones que sufre Cuba, donde los salarios estatales ni siquiera se acercan a cubrir el costo de la vida.
Pero la planificación se ha vuelto más apremiante ante la prolongación de los problemas de salud de Castro. El gobierno cubano no ha revelado la naturaleza de la enfermedad, pero un cirujano español dijo hace poco que no es cáncer. No se ha visto a Castro en público desde que cedió el poder temporalmente a fines de julio y es improbable que vuelva a la presidencia.
Cuba afirma que su economía creció un 12,5% el año pasado, tras una expansión del 11,8% en 2005, lo cual la convertiría en uno de los países de mayor crecimiento del mundo. Sus detractores, no obstante, dicen que las cifras son tan falsas como las que proveía la ex Unión Soviética. Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, ha seguido de cerca la economía cubana durante mucho tiempo y dice que Cuba recurre a trucos estadísticos, como duplicar las entradas contables o cambiar el año base para producir mejores resultados. "No veo nada (en las estadísticas cubanas) que justifique esta tasa mágica de crecimiento", asevera Mesa-Lago, quien calcula que el gobierno probablemente está inflando las cifras en al menos dos tercios. El crecimiento de Cuba se debe en gran parte a la ayuda de Venezuela, que provee petróleo subvencionado y brinda empleo a decenas de miles de profesionales cubanos. El presidente venezolano, Hugo Chávez, se considera un heredero de Castro y líder de un bloque anti-EE.UU. El lunes anunció LA NACIONalización de las mayores compañías de telecomunicaciones y electricidad del país. Incluso con la ayuda de Venezuela, la mayoría de los cubanos sólo consiguen arreglárselas trabajando en el mercado negro o gracias al dinero que reciben de sus familiares en EE.UU. y Europa. La diferencia entre las estadísticas del gobierno cubano y los magros estándares de vida de la gente puede aumentar la presión popular por un cambio. "El pueblo cubano puede creer que la economía crece estadísticamente, pero no está creciendo en sus casas", asegura Rafael Hernández, director de Temas, una revista académica trimestral de La Habana sobre economía política y sociedad. Hernández opina que el gobierno debería retomar la agenda de reformas que Castro y su hermano Raúl, actual presidente en funciones, abandonaron en 1996 por desviarse demasiado de la ideología socialista y socavar potencialmente el control político. En aquel momento, el régimen aprobó las cooperativas agrícolas, en las que el Estado sigue siendo propietario de la tierra pero los miembros de la cooperativa son propietarios del negocio y las máquinas. Estas cooperativas pueden vender parte de su producción en mercados locales a precios más altos que los fijados por el gobierno. Hernández cree que las cooperativas deberían usarse como modelo para otros sectores. Los pequeños fabricantes de textiles o calzado deberían fundar cooperativas que vendan en mercados privados, agrega. Ahora, el gobierno sólo permite a las familias poseer estas empresas privadas: una cooperativa podría ampliarse y contratar empleados. Aun así, según el plan de Hernández, los miembros de la cooperativa no podrán vender sus participaciones, para no acelerar la acumulación de capital.
Monreal es partidario de un cambio más profundo, al estilo de China y Vietnam. El modelo chino requeriría mucha más descentralización y aceptación del libre mercado de lo que Cuba ha permitido. Es probable que sea necesario el fallecimiento de Castro para que el gobierno emprenda reformas económicas. Castro se ha opuesto implacablemente a cualquier cambio que huela a capitalismo y cree que los subsidios petroleros de Chávez han reducido los problemas económicos y la necesidad de buscar incentivos de mercado.
Por Bob Davis The Wall Street Journal
10/1/07
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