29/1/07

Cuba a la luz de su “chistelogía”

Por: Enrique Soldevilla
Los chistes orales emergen como un recurso comunicativo informal usado por cual­quier sector interesado en canalizar y proyectar determinado punto de vista sobre los más diversos asuntos públicos o privados; circulan como una suerte de conciencia crítica anónima, en forma de chanza, dirigida hacia aquellas conductas o hacia aquellos acontecimientos que de alguna manera afectan a un segmento social en sus relacio­nes de convivencia. Por eso el chiste es el espectáculo singular de la sociedad mofándose de sí misma median­te una aparente anarquía de la autocrítica.
Así, esas breves narraciones humorísticas populares tienen un valor informativo e instrumental para el análisis social primario, pues constituyen signos reveladores de problemas pendientes de solución social; signos de la incidencia de ciertas escalas de valores morales, ideológicos o políti­cos en las relaciones intra e interclasistas; señales de los coyunturales estados de ánimo y de opinión dentro de una sociedad con­creta. En una conceptuación más abarcadora, serían expresión de los distintos niveles de desarrollo cultural en general, y de la cultura política popular. Posibilitan también un nexo comunicativo sociopolítico entre el Estado y la sociedad, cuya importancia permite, por ejemplo, evaluar el consenso o el disenso sobre determinadas decisiones políticas o económicas que repercuten en la vida nacional. Por todas esas razones puede asegurarse que este tipo de construcciones son un signo manifiesto de la sociedad civil, algo así como "vibraciones" de su actuación.
El valor informativo de los chistes orales estriba justamente en su espontaneidad y en su anonimato, rasgos que permiten observar una transparencia "virginal" en ese tipo de construcciones literarias exentas de cualquier forma de censura o autocensura moral o institucional; en otras palabras, que constituyen una fuente de evidente libertad informativa. No obstante, un fenómeno curioso es el enmascaramiento mediante la utilización de borrachos, de locos, de animales o de Pepito --ese vocero mítico de la opinión pública-- para expresar diferentes puntos de vista, hecho que pudiera interpre­tarse como "proyección psicológica", por una parte, y como volun­tad de relativizar la responsabilidad de opinión atribuyéndosela a seres imaginarios. A la vez, el chiste oral es un fenómeno literario universal, y muchos de los que hoy transcribimos llegaron a nuestra isla cosmopo­lita, como aves migratorias, mediante el infinito proceso de intercambio cultural que experimentan los pueblos. Por cuanto sean o no autóctonos, lo cierto es que dentro de la sociedad cubana de nuestros días la acuarela de chistes tiene una funcionalidad objetiva, aun cuando hayan sufrido adaptaciones nacionales.
¿Qué refleja la sociedad cubana hoy a través de sus chistes?
La muestra obtenida para este estudio comprende doscientos ochenta chistes cuya circulación social, en el tiempo, abarca aproximadamente un período de cinco años, finalizando en diciembre del 2006. Los clasifiqué en diez grupos, ateniéndome al tema principal expresado por cada chiste en particular:
Una mirada preliminar nos informa que para el cubano de nuestros días las preocupaciones relacionadas (inconscientemente) con el rol de género masculino y sus diferentes expresiones a través de la sexualidad, aparecen en un primer plano de representatividad(45% de la muestra de chistes); que posee una auto imagen nacional arraigada (17%); que subsisten problemas en las relaciones interraciales con relación a los negros (9%) e interclasistas con relación a los campesinos (6%); que las preocupaciones acerca de la realidad política nacional (11%) se reflejan de manera relativamente baja en los chistes, y que las conductas sociales reprobables, como la prostitución o el robo, por citar algunas de las más conflictivas dentro de la convivencia humana, no parecen constituir blanco de la censura humorística popular mediante los chistes orales --aunque sí en la realidad moral de la sociedad--, ya que apenas alcanzan el 3% de la muestra, junto a las chanzas sobre defectos físicos ajenos (3%), heteroimagen (3%) y situaciones fantásticas o absurdas (3%).
Estos resultados, si bien no deben asumirse como un categórico sociológico, nos invitan a responder, entre muchas, la siguiente pregunta: ¿Por qué no predominan los chistes referidos a la situación sociopolítica del país?

(Resumen actualizado de un ensayo sobre la sociología del chiste oral, realizado en La Habana).
© 2007 Copyright E. Soldevilla E.

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